Había una vez, un circo

Cómo cual canción de la infancia de un servidor, que ya tiene una edad y lleva en esto de las carreras de montaña prácticamente de los inicios de nuestro deporte, diría que ya lo he visto (casi) todo y de (casi) todos los colores en la evolución del correr por montaña al trailruning. ¡Que moderno suena esto del trailrunning!

Estaremos de acuerdo en que, en todo los que nos rodea, existe una evolución totalmente necesaria, casi que me atrevería a decir que obligada, pero también forzosamente debe ser lógica y natural. Y nuestro deporte no es ni será una excepción.

Ese reducto de impetuosos corredores que sentamos las bases de lo que hoy conocemos como trailrunning, os aseguro que, en ningún caso, nos imaginábamos estar dónde estamos hoy día. Nos conocíamos todos, o casi todos, nuestros objetivos deportivos era seguir las pocas carreras que por aquel entonces se disputaban (no más de 10 anuales en Cataluña) en nuestro territorio, y darlo todo, del primero a último corredor, del primer al último kilómetro, para intentar superar a ese rival-corredor-amigo que en cada carrera nos sacaba unos segundos o escasos minutos. Reducir esa diferencia y intentar superarlo, era un objetivo lícito y común entre todos nosotros, junto con el hecho de cruzar esa línea de meta, únicamente decorada con una pancarta entre farolas que rezaba “salida / llegada”. Sin fotos, sin clasificaciones instantáneas, sin postureo.

Como decíamos más arriba, la evolución llega a todos los rincones, y a nuestro mundo también ha llegado de la mano de la tecnología (eso es bueno), con un gran número de nuevos practicantes, cada vez mayor, de carreras y de evolución de material (eso también es bueno). Desgraciadamente esto también a traído consigo un exagerado aumento de las fantasías atléticas entre algunos corremontes, acompañado exponencialmente del crecimiento de su ego (esto ya no estoy seguro que sea tan bueno).

Hace pocas semanas, y lo utilizaré a modo de ejemplo, participé como voluntario y control de montaña en una carrera que superaba la cota 2000m en algunos puntos. Y ahí estaba yo, en lo más alto esperando el paso de los corredores, junto a otros compañeros, para auxiliar a aquel que pudiera llegar exhausto, vaya, pasado de vueltas. Pasaron los primeros, con esa curiosa cara entre sufrimiento y diversión. Siguieron llegando corredores, algunos más concentrados que otros, algunos más simpáticos que otros, pero todo dentro de la normalidad (o lo que un servidor entiende como normalidad). En esas estábamos, cuando, pasado un espacio de tiempo sin corredores, se escuchan voces, y a lo lejos, cerca del collado que precede la última subida al pico, aparece lo que parece ser un corredor. Se acerca, a paso lento, y aumenta la percepción de sus gritos. Miro alrededor, está solo, nadie más sube con él. Empiezo a pensar que le afecta la altura, que se ha pasado de vueltas y ha perdido la percepción de dónde y con quién está. Se sigue acercando, y atónito, observo que si lleva compañía, pero no la que me suponía. ¡ Lleva un palo “selfie” y le grita a su teléfono!. Perplejo, y sin dejar mi asombro, le pregunto que tal va; ¿Todo bien?. El silencio por respuesta. Bueno, para ser fieles a la realidad, de silencio nada, su respuesta es seguir hablando con su amigo tecnológico. Me pregunto para mías adentros que ocurrirá cuando se le acabe la batería (a uno de los dos). Al rato otro, en este caso un trío de corredores, uno de ellos con auriculares, que sin ningún tipo de prisa ni agobio, hablan, o más bien gritan, desenfrenadamente a su celular. Esta vez ya no pregunto, ante mi estupor, pienso que me hago mayor, o que todo esto evoluciona por unos derroteros que no debería.

Puedo entender que alguien que no lleva en la sangre la competición, alguien que no ha empezado de joven en esto del correr, le cueste sufrir durante horas encima de unas zapatillas. Pero lo que no puedo entender es esa falta de respeto hacia el medio en el que se encuentra, esa falta total de educación medioambiental, y sobretodo, esa falta de educación versus los voluntarios y/o organización, que están regalando, en la gran mayoría de casos, sus horas libres para que ese señor se lo pase bien. No, no lo entiendo, me supera.

Por favor, si lees esto, intenta cambiar tu actitud, o por lo menos, no te hagas llamar corredor, porque no lo eres. Y después, eso sí, las críticas a la organización cuando son cortados, por su seguridad y la de los voluntarios, abundan hasta límites insospechados.

Señores y señoras, corredores, corredoras y sucedáneos, algo estamos haciendo mal cuando se pierde el respeto a la naturaleza y al entorno dónde uno se encuentra. Espero que esto empiece a cambiar con las nuevas generaciones, estos chavales que suben de las escuelas de trail running, que les han enseñado a respetar para ser respetados.

Pues eso, como decíamos, había una vez un circo.

Y sobretodo recuerda, lo más importante siempre es tener el máximo respeto hacia el medio natural, para preservarlo y poderlo disfrutar durante años. En www.thetrailzone.com trabajamos para que esto sea así.

Xevi Guinovart es Director Técnico de Proyectos en The Trail Zone y Open Trail Races, con más de 20 años de experiencia en montaña y la competición nacional y internacional.

Comparte